Artificio
Por Ana Martinez Quijano
Texto curatorial
Hay un jardín urbano donde se ha detenido el tiempo. Allí flotan orquídeas de papel y hay mariposas de tamaño gigantesco. La luz, los reflejos, suscitan una marea de sensaciones, despiertan los sentidos y la memoria. Los diseños botánicos de Andrés Paredes devienen motivos ornamentales. Las formas estilizadas de la fronda se reiteran una y otra vez en unos dibujos donde se han erizado los frutos. Las sombras se recortan sobre el cielo raso y asoman sobre la pared, configuran un bosque donde se entrecruza la enmarañada vegetación.
Andrés Paredes logró activar materiales inertes. Con la intención de provocar una experiencia estética, montó un escenario envolvente y albergó sus visiones teatrales del paisaje. Para suscitar emociones en el espectador, magnificó la experiencia de la naturaleza, tornándola más agreste, virgen y exuberante. Allí están los brotes ondulantes con colores dulces y las libélulas y cigarras posadas sobre lianas enruladas y rebeldes.
El simulacro de la naturaleza, con sus contrastes, sus formas exaltadas o despojadas de lo superfluo, posee un gran poder de atracción retiniana, suscita el deseo de habitar este mundo de fábula. Los vidrios multicolores, las antigüedades y los objetos, actualizan una historia sobre la eterna fascinación del hombre por lo fantástico.
Paredes nació en la selva misionera y sus obras son gestos poéticos, están aquí sencillamente para ser contempladas, para avivar el recuerdo de una belleza donde se adivina, como observó Stendhal, una promesa de felicidad.