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Antes que llegue la noche

Por Ana Martinez Quijano

Texto curatorial III Bienal del fin del mundo, Ushuaia 2011

“No del todo perdido será el hombre y  salvarse podrá si lo quisiere”. 

J. Milton El paraíso perdido.

Con su poderoso imaginario, los artistas bucean en el fondo de las cosas, afrontan la mar de vicisitudes para alcanzar un objetivo por lo general incierto, para superar la falta de certezas, los sentimientos  consubstanciados al permanente e inevitable afán de recorrer caminos inexplorados. Por estas razones hay obras que nos permiten descubrir el universo desde perspectivas insospechadas.

Amanece en una nueva centuria y el arte de Andrés Paredes palpita con las mismas pulsiones de la naturaleza. Su obra ha llegado al territorio del hielo y se propaga al mismo ritmo que las selvas donde nació. Los enjambres de luces y sombras conforman una figura prodigiosa, Paredes gesta su producción en el umbral del realismo, y sus obras despiertan evocaciones imprecisas.

Una inmensa mariposa oscura se mimetiza con los colores de un desolado galpón, un hangar del extremo Sur argentino. Sus alas flotan como un mal presagio en las tinieblas de un mundo cambiante que se autodestruye.

Las líneas que dibujan las alas, fluyen sin pausa y adquieren una dimensión oceánica, como si el sentido de la obra cobrara fuerza a través del exceso ornamental de esas ondulaciones. Luego, la filigrana que proyecta la sombra, es una rareza: confirma una presencia que se vuelve extraña lejos del origen: una tierra bañada por el sol.

La mariposa se mece, como si se preparara para volar. No sabe cómo llegó hasta allí ni cuál será la trayectoria de su vuelo y, sin embargo, su instinto aviva la memoria. Los recuerdos de un pasado ya remoto, en unas comarcas exuberantes con la tierra color rojo, despiertan las viejas sensaciones provocadas por un bosque húmedo donde bulle la vida y hay flores y perfumes que avivan los sentidos. Allí crece y anida la imaginación de nuestro artista: allí debe volver.

Un impulso atávico determina la urgencia de retornar a ese lugar  legendario, aunque hoy también degradado.   

La mariposa negra cruzó en su extenso viaje los campos donde crecen los asfódelos, un espacio gris y brumoso con ramas inclinadas hacia el suelo. De acuerdo a la mitología, los espíritus que no son juzgados como bondadosos ni como malvados vagarán por siempre en los campos estigios; los malos deberán partir hacia al lugar de las penas y la condenación eterna, y tan sólo los buenos llegarán a los campos Elíseos, el lugar apacible de los héroes, donde los espíritus viven en felicidad. 

En la noche eterna que ya se adivina, el arte explora los caminos que podrían conducirnos hasta los paisajes intocados. Así, mientras el mundo asiste a la metamorfosis del planeta, nuestro artista diseña un dispositivo poético: una mariposa que todavía presiente cuál es la senda que la guiará al Paraíso.

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