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Colgantes que se rozan 

Por María Jimena Bueno

La exposición de Andrés Paredes en el museo FAyD se inauguró el 10 de agosto de 2022 a las 18 hs. 

Deseaba mucho estar en la inauguración, pero a veces al deseo se le anteponen las responsabilidades. 

Luego de eso tuve tres “amagues” de viajar a Oberá a ver la muestra, pero por trabajo, maternidad y más trabajo, esos viajes se suspendieron. 

Finalmente, luego de un mes y nueve días de inaugurada Tierra Adentro, pude escapar. 

La hora y media que une Posadas con Oberá fue recorrida en perfecta soledad, como hace mucho no me sucedía. 

Viaje catártico, de canciones a los gritos y debates silenciosos. 

Había sido que la intención era viajar hacia adentro. 

Encontrarme con la nostalgia de volver post pandemia al lugar donde me descubrí con el arte o el arte me descubrió. En realidad, con una idea de arte que desconocía y me atrapó - se hizo tierra y sangre-. Todo eso tenía que ser en soledad, me di cuenta cuando estaba ahí. 

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La primera vez que vi una muestra de Andrés Paredes también fue en este museo, todavía como estudiante, en el año 2014. Se titulaba Migrantes. 

En aquella oportunidad primaba el calado. Papeles calados a mano, mariposas enormes y paneles de MDF. 

 

A veces siento que a los artistas misioneros se nos exige paisaje, monte, como un reflejo.

¿Pero cómo se manifiesta el paisaje cuando no es mimético?

¿Dónde está ese paisaje? O mejor, ¿qué es el paisaje? 

En Migrantes el paisaje se veía en la exuberancia de los calados, en su barroco, en los sonidos, en toda la espesura y el vuelo de las mariposas. 

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Pero vayamos Tierra Adentro. 

¿Qué hay más allá de la espesura?

Acercándose al verde brillante / vibrante, traspasándolo, se vislumbra el rojo intenso de la tierra más profunda, de la sangre.

De la sangre.

Una especie de paisaje al que le damos forma al caminar, mutar y trasmutar en un constante bucle de retroalimentación cuerpo poética. 

Los calados son exuvias, aquellas chicharras que ya no son, firmes en los árboles a la siesta y en los mismos calados de Andrés. 

“La exuvia es la cutícula o cubierta exterior abandonada por los artrópodos tras la muda. Esqueleto externo, exoesqueleto”. Cuerpo.

“El cuerpo es la forma del alma”, dice Jean-Luc Nancy en su obra 58 Indicios sobre el cuerpo. 

¿Y qué es el alma?  ¿De qué está compuesta?

Quizás de todo eso que nos conmueve un monte pintado con acrílicos y purpurina en la pared.

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Nuestros orígenes, nuestros lazos familiares, nuestros afectos. Un paisaje cuerpo, hecho con otros cuerpos -rojo sangre, rojo tierra- pintados, calados, colgantes que se rozan, se hablan, se piensan, sueñan e imaginan.

 Toda esa trama que se deconstruye en un calado a mano, y se vuelve a construir en todos los laberintos de un tacurú, a fuerza de termita, en la ternura de lo ínfimo, en un trabajo cuasi imperceptible, pero que crece y se hace fuerte con la red. La resistencia irrompible de quienes crean un mundo con el otrx. El trabajo del tarefero, del artista, del colectivo, también forman el paisaje-alma. En ese paisaje estamos inmersos, construyendo a cada instante. 

 

Meternos Tierra Adentro nos hace encontrarnos con todo lo que somos. 

Con todo eso que da forma al alma. 

Ser termitas, exuvias, chicharras y mariposas, 

trabajadores, artistas, tareferos,

tierra , yerba y sangre,

todo lo que está dentro del paisaje. 

El cuerpo es la forma del alma 

y el alma es la forma del cuerpo.

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