top of page

Andrés Paredes, uno con la naturaleza

Por Laura Casanovas  Revista Ñ

Con su propio plasma y glóbulos rojos, el artista misionero reelabora en acuarelas sanguíneas la conciencia del cuerpo tras el Covid.

Del exterior de la selva misionera al interior invisible, de escala celular. Una posible lectura sintetizadora del giro que propone la última producción del artista misionero Andrés Paredes para seguir indagando en la la memoria y el tiempo, con creciente énfasis en sus marcas impresas en el cuerpo. Así lo advertimos al ver las catorce obras que configuran la exposición virtual Honrar Raíces, inaugurada en el Espacio de Arte de la Universidad Eseade.

Posiblemente la mayor novedad –en relación a su obra previa, caracterizada por las instalaciones, el barro y la madera, con preeminencia de formas caladas y cierta perfección en la línea– se genera con las pinturas sobre papel de pequeño formato. La serie Linaje incluye cuatro trabajos realizados con plasma y glóbulos rojos del artista con formas de apariencia orgánica y en tonos marrones, como consecuencia de la oxidación del hierro de los hematíes en contacto con el aire.

En tanto, la serie Relaciones ofrece imágenes emparentadas con las anteriores, en tinta y acuarela, de posibles ¿microorganismos, rizomas, seres fantásticos? de tonos vibrantes en índigo, púrpura, rojo, anaranjado. En todos los casos, Paredes apeló siendo diestro, por primera vez, a su mano izquierda, en busca de una mayor espontaneidad y menor control. Y, a diferencia de su producción anterior con tendencia al horror vacui y al barroquismo para dar cuenta de la exuberancia de la naturaleza misionera con enredaderas, árboles, mariposas, insectos, ahora cobran protagonismo el espacio en blanco del soporte, cierta síntesis formal más la alusión al cuerpo humano. “Las acuarelas y tintas tienen que ver con una toma de conciencia del cuerpo y relacionada con la situación de aislamiento por la pandemia. Desde que empezó la cuarentena bajé mucho de peso, noté varios cambios en mi cuerpo y me di cuenta de que los fenómenos naturales que inspiran mi obra estaban sucediendo dentro mío, de alguna manera la naturaleza también soy yo”, contó el artista a Ñ.

En esta última producción vuelven a aparecer las cúpulas. En 2015, Paredes construyó sus primeras cúpulas en barro y con orificios para poder observar desde afuera un universo casi surreal e introspectivo relacionado con la vida y la muerte. Tiempo después, las cúpulas se constituyeron en grandes fanales. En ambos casos, el espectador podía ver pero siempre desde afuera. Ahora, las Cúpulas de Reconstrucción, de 2020, solicitan que seamos parte y nos introduzcamos en su interior. Confeccionadas con trapos rejillas cosidos y teñidos (lo que se podía conseguir durante el aislamiento por el Covid-19) con un cromatismo vinculado con la terracota, tan característico de las Ruinas Jesuíticas, ellas irradian la energía de las piedras que nos modifican al colocarnos debajo. Por lo tanto, con estas nuevas cúpulas, el artista invita a vivenciar y sentir la memoria emotiva, perceptiva e histórica de su cuerpo al solicitar el involucramiento del nuestro. Un cuerpo puesto a prueba en este tiempo de encierros a lo cual, en el caso de Paredes, se sumó el desplazamiento desde su pueblo natal de Apóstoles, para instalarse en la Ciudad de Buenos Aires hace pocos años.

En el texto curatorial de la muestra, Florencia Nicolau escribe respecto de estas cúpulas: “El artista comenta que generan cavilaciones en un tiempo de costuras de arpilleras, lienzos, y enredos de hilos, cuando el universo pareció silenciarse en un aquietante aislamiento. Un re-encuentro con su yo interior, que se transforma en una experiencia casi chamanística debajo de las cúpulas iluminadas por LED que irradian una luz nítida y brillante sobre los cuarzos, amatistas y fluoritas suspendidos en un espacio de penumbras y claroscuros.” Y se nos parecen como seres luminosos espectrales benéficos suspendidos en una escenografía fantástica.

Las obras de Paredes solicitan mayormente la presencia in situ del espectador. Por lo tanto, la virtualidad es insuficiente para la adecuada aprehensión de buena parte de su producción. Sin embargo, en este contexto de pandemia con las restricciones impuestas, la apuesta por la exhibición virtual permite seguir acercando la producción de los artistas al más amplio público posible con el valor agregado de una reflexión teórica. En este sentido, el ciclo de exposiciones de Eseade, con la coordinación de Eugenia Garay Basualdo, que realizan los alumnos del último tramo de la Licenciatura en Curaduría y Gestión del Arte se realiza este año de forma virtual para poder darle continuidad.
La dimension olfativa
Los aromas envuelven también esta producción activando el sentido del olfato con toda su memoria. La infancia, muy presente en la obra de Paredes, podría recorrerse y narrarse exhaustivamente sólo guiados por los aromas que la han envuelto. Las Cúpulas de Reconstrucción huelen a manzanilla. En tanto, una de las esculturas de la serie Testimonios emana aroma a yerba mate y visibiliza la sufrida labor de los tareferos. Se trata de un volumen de apariencia corpórea, pesado y robusto, confeccionado con las ponchadas –arpilleras plásticas con las que se carga la cosecha de la yerba mate–, que cuelga suspendido inerte. Bolsas de arpillera arqueadas como las espaldas de los trabajadores por los cien kilos de yerba que deben recoger durante largas jornadas. El cuerpo humano con sus dolores y placeres, energías y padecimientos, limitaciones y posibilidades haciéndose más que nunca visible y perceptible en la obra del artista.

Como concluye Nicolau: “(…) en el adentro y el afuera de cada nueva invocación a sus raíces –tema que atraviesa toda su producción– Paredes sigue revelando lo inadvertido y lo soslayado de forma tal que reinventa constantemente la manera de retratar la selva, la tierra, la sangre, el hombre y los seres extraordinarios que la habitan.”

bottom of page